Con motivo de la presentación de Vertedero (Silla Vacía Editorial, de Lourdes Meraz.
Como una vertiente, tan voluntaria como impuesta, del diálogo impostergable con el padre, expresada en el poema “Boscoso”, surgieron estos cincuenta poemas, cincuenta escritos, sí, porque a veces la poesía se manifiesta más viva y contundente en la prosa que en el verso.
En realidad, aquí los géneros se funden y confunden; se sobreponen en el quehacer de las palabras, como esos vagos e ilusorios límites del mar en las playas. Poesía clara y directa, sin retórica ni retruécanos ni vueltas de hoja, expresa su presencia con vehemencia. La voz cantante dice ser luz, mar, pez, estrella, monstruo. Dice también: “A veces siento que tengo un rinoceronte en el corazón”. Se presenta frágil y letal, ambiciosa y poderosa. Sabe que transmuta y hace magia. Y los poemas eróticos exigen una relectura y una pausa.
El poeta que no es alquimista es un palabrista impostor. Lourdes Meraz es una poeta de la prosa, del poema en prosa. Este pequeño libro en formato horizontal, es bello por fuera y por dentro, y podría ser una caja con cincuenta caramelos, uvas o arándanos. En cualquier caso, llega el momento en que las páginas se agotan y llegamos al final, pero algo se queda en la memoria, en el ánimo y la mirada, y con los libros siempre se puede volver a empezar.
