10 de septiembre de 2022

Sin maquillaje

Cuando una mujer se maquilla entra en comunión con ella misma. Busca, en complicidad con el espejo, la revelación de lo mejor de sí, su esplendor. Maquillarse, para ellas, es una ceremonia, un encuentro con su belleza en un juego que oculta y corrige, resalta y remarca, que da vida y color. 

Puede ser un acto muy serio, un momento solemne, un ejercicio necesario y obligatorio, un deber social o personal, pero también un entretenimiento o una diversión, y casi nunca un acto frívolo o baladí.

Su rostro, del que conocen todos sus atributos, los rasgos afortunados, admirados y notables, así como los puntos débiles y los defectos, se somete a los ungüentos y afeites para alcanzar el equilibrio de las luces y la sombras a través de la magia de los cosméticos. 

Algunas mujeres se convierten en maestras absolutas en el arte de dar relieve a su belleza; otras lo aprenden tarde, mal o nunca, pero muy pocas se quedarán al margen. Apenas unas cuantas resisten a la promesa de unos labios carnosos, deseables, misteriosos, intensos, irresistibles y dulces que ofrece el pintalabios o bilé, lápiz de labios, rouge o lipstick, que de tantas formas, entre otras, llaman a la proverbial barrita.

Una mujer se busca a sí misma ante el espejo, muestra lo mejor de sí misma bajo el maquillaje. Una vez, con su mejor rostro, nunca más verdadero, nunca más impostor, ya puede darle la cara al mundo. 

Mirar a una mujer en el proceso de transformarse a sí misma con el prodigio del maquillaje, algo tiene de hallazgo cósmico, de secreto revelado, de develación de una verdad. El rito puede celebrarse a cualquier hora, casi en cualquier lugar, en cualquier momento: en la intimidad de una alcoba, en el cuarto de baño, ante un mueble para ello diseñado (las bisabuelas lo llamaban coqueta) o frente al espejo retrovisor del coche detenido por un semáforo.

Es un arte, técnica y ciencia muy antiguo, ya lo cultivaban con soltura en el Egipto antiguo, y es muy probable que no desaparezca, al menos no del todo, en el profundo cisma que protagonizan las mujeres de hoy, que exigen y protagonizan cambios muy profundos en su manera de estar y vincularse con ellas mismas, los varones y la sociedad. Sin embargo, ha sucedido algo interesante.

Algunas mujeres suelen prescindir casi del todo del maquillaje, pero tal vez no siempre, en todo momento y lugar, pero Melisa Raouf, una chica inglesa, universitaria, de veinte años, ha decidido no usar maquillaje mientras aspira al título de miss Inglaterra.

Melisa Raouf ha decidido concursar sin maquillaje, lo cual no sé si sea una estrategia que le dará el título o será su perdición. Por lo pronto, ha llamado la atención de los medios y otros sectores. Las jóvenes que concursan suelen aparecer tan sobremaquilladas, que el concurso ya considera una aparición ante los jueces sin maquillaje (Bare Face), para verles su verdadero rostro al menos una vez.

Pero Melisa lo hace a lo largo de todo el concurso, que está en semifinales y terminará en octubre (escribo este apunte en septiembre de 2022). Si bien se maquilla desde hace años, algo sucedió en ese encuentro con ella misma, con su belleza. Dice Melisa sobre sus razones:

«Muchas chicas usan maquillaje porque se sienten presionadas para hacerlo. Si uno es feliz en su propia piel, no deberíamos obligarnos a cubrirnos la cara con maquillaje. Nuestros defectos nos hacen quienes somos y eso es lo que hace que cada individuo sea único. Nunca sentí que cumpliera con los estándares de belleza. Recientemente acepté que soy hermosa en mi propia piel y es por eso que decidí competir sin maquillaje.»

Melisa aspira a ganar un título de reina de belleza «mostrando sus imperfecciones». Es probable que este sea un paso adelante en los muy cuestionables concursos de belleza, pero también pudiera ser un golpe devastador. ¿Por qué necesita una estudiante universitaria aspirar a miss Inglaterra? Tal vez no conozcamos la respuesta correcta, pero tal vez sea necesario para mandar un mensaje poderoso. 

Nadie podrá decir que esta chica de ojos azules y gran sonrisa es una rubia tonta. Todo lo contrario. Ya tiene un lugar en la agenda feminista que tal vez no esperaba, y en una de esas resulta que, además, se convierte en Miss England, con su rostro al natural.