4 de septiembre de 2021

Una carta astral

Una relectura atenta de Rayuela me lleva a revisar nombres propios y detalles que en otras lecturas había pasado por alto. En el capítulo 99 Cortázar menciona, de paso, al doctor Petiot: «asesino eminente»; se refería a Marcel Petiot, bestia humana y asesino en serie cuya vida ofrece material para una novela de terror, que fue juzgado y guillotinado en mayo de 1946.

Michel Gauquelin, psicólogo y estadístico, estuvo toda su vida obsesionado con la astrología. Con la ayuda de su esposa, la psicóloga Marie-Françoise Schneider, realizó un experimento singular y a la vez una gran tomadura de pelo. Envió los datos del lugar, fecha y hora de nacimiento de Marcel Petiot a una empresa que se jactaba de hacer horóscopos por computadora. 

El astrólogo o su máquina supusieron que se trataba de los datos de Gauquelin, su cliente, al que le enviaron su carta astral y una interpretación sobre su personalidad en estos términos: «Su instintiva calidez se alía con el intelecto y el ingenio [...] Está dotado de un sentido moral que es reconfortante: el de un ciudadano digno y de buen juicio [...cuya] vida encuentra expresión en total devoción por los demás...». Una ramillete singular de elogios.

Entonces Gauquelin, en abril de 1968, puso un anuncio en un periódico de París: ofrecía un horóscopo personal de diez páginas, completamente gratis, a las personas que enviaran sus datos y después de recibir su horóscopo estuvieran dispuestas a responder un pequeño cuestionario. A las más de ciento cincuenta personas que respondieron les envió el horóscopo y el perfil de la personalidad de... ¡Marcel Petiot!, que el astrólogo de la computadora le había enviado al propio Gauquelin.

Muchos de los que recibieron su horóscopo personalizado no sólo se reconocían en el retrato psicológico, sino que se sentían más que satisfechos e incluso impresionados por la precisión con que había sido captada su personalidad. Para la gran mayoría había sido descrita con fortuna la clave de los sucesos de su vida y de su entorno familiar. Una respuesta decía: «El trabajo hecho por la máquina es maravilloso [y], en general, a cualquiera que me conozca bien le ha parecido muy exacto, especialmente a mi esposa.»

Casi todos quedaron muy complacidos y se reconocieron en el perfil psicológico, según el astrólogo, de un hombre perturbado, perverso y asesino serial. En otro estudio, Gauquelin le pidió a un grupo de astrólogos que estudiaran cuarenta cartas astrales, veinte de criminales y veinte de ciudadanos ejemplares. Los resultados no llegaron a ninguna conclusión, todo era especulación y azar: la astrología no distinguía a unos de otros. 

Gauquelin siguió haciendo experimentos sin concluir nada a favor de la astrología. Dedicó su vida a buscar respuestas donde tal vez no las haya. Se suicidó a los sesenta y dos años (no sabemos si algún astrólogo le vaticinó su fin). Todo esto es una historia conocida, que se publicó en los periódicos y hoy se puede recuperar en la Red, pero vale la pena recordarla antes de pedirle a un astrólogo una carta astral. Por lo menos, las que enviaba Michel Gauquelin a sus clientes/conejillos de indias los dejaban muy contentos y eran gratuitas.