Leo en El mundo de Homero, Pierre Vidal-Naquet:
«Ulises desemboca en el país de los lotófagos, los comedores de loto. Un fruto que anula la memoria y el deseo de regresar al hogar. La memoria es propia del hombre, Ulises no come lotos.» La memoria lo hace hombre. ¿Qué le habría dicho Proust?
De la misma fuente, otra lección de Ulises:
«Calipso le ofrece, aparte de su lecho, lo que podríamos llamar la naturalización divina. Ulises la rechaza, opta por recuperar a Penélope, por seguir siendo hombre. Esa lección de humanidad es lo que da sentido a todo el poema.»
Ulises quiere seguir siendo hombre, y para serlo necesita conservar la memoria y a su mujer. Dos lecciones impecables en dos rechazos, en dos actos que podrían ser dos detalles al margen que no sería difícil dejar a un lado en una lectura apresurada. Los matices de la personalidad del héroe son muchos y profundos, y no menos asombrosos que las pruebas.
Reconozco el trabajo atento del erudito. Me admira la astucia del héroe. Me asombra la sabiduría del aedo, del enorme el poeta.