«Todo el ritmo de la vida pasa por este cristal de mi ventana», podría decir James Stewart, si hubiera leído a León Felipe, en esta vieja película de Alfred Hitchcock que he vuelto a ver con renovado asombro. «Y la muerte también pasa», podría concluir en el papel de ese fotógrafo mirón, indiscreto y un tanto morboso que no hace otra cosa que espiar a sus vecinos y entrometerse en sus vidas, convertido de pronto en uno de los primeros paparazzi de la historia.
En la ventana de este fotógrafo convaleciente (a la que tanto le debe «La noche» de Juan García Ponce), que no deja de mirar, pasa todo sin excluir un homicidio y la maestría intacta de Hitchcock. Y ya que de mirar se trata, pasa también la belleza de Grace Kelly, rotundamente cinematográfica, que muestra su natural y unívoca vocación de princesita y que terminó, como en los cuentos de hadas, convertida en una princesa de verdad, aunque de un principado no más grande que Hollywood pero sí mucho más añejo. Todo pasa en la pantalla tal como todo pasa al través de cualquier ventana.
29 de mayo de 2009
La ventana indiscreta (Rear Window)
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